lunes, 27 de abril de 2009

Túnel

Un túnel oscuro y siniestro se dibujó ante él, la bruma espesa cubría sus pies y tras de sí se escuchaba un lejano galopar. Por todos lados las sombras predominaban. Las casas junto al sendero, la pared junto al túnel, todo oscuro. Sin saber que hacer se quedó de pie frente a la ruta mirando la profundidad de esta. Notó algo raro en el galopar que escuchaba, desde hacia un buen rato que había empezado y no pareciera que se hubiese alejado o acercado en lo más mínimo, de repente ceso el galope, pasaron un par de segundos y se volvió a escuchar, y le siguieron miles más, eran incontables los repiqueteos de los lejanos cascos contra el suelo empedrado. El miedo volvió a su cuerpo, la bruma se hacia más espesa que antes y empezaba a moverse hacia dentro del túnel, como una corriente de agua se dirigía desde todos los rincones hacia la profunda oscuridad. A lo lejos se escuchó como el aire se revolvió y se vislumbro enseguida una antorcha. Afuera la iluminación era cada vez más insignificante, era difícil ver incluso unos metros más allá de sí y la oscuridad imperaba cada vez más. El flujo de la neblina era cada vez mayor, el repiquetear de los cascos lo volvía loco y el miedo se acrecentaba con la falta de luz, “Quedarme aquí no va a ser muy distinto a internarme dentro del túnel” se dijo inquieto mientras miraba a su alrededor. Reunió valor y emprendió la caminata hacia adelante, internándose en las penumbras teniendo por destino la lejana antorcha. Un paso, dos pasos, tres más… Milo se empezaba a arrepentir de su elección y la idea de retroceder que se dibujaba ahora en su mente cobraba fuerza con cada paso, el galope se detuvo, se hizo el silencio y con esto recobró la calma y reafirmó su primera elección.

Llevaba ya un buen rato caminando, la bruma que corría por el suelo, y los lejanos galopes habían desaparecido ya pero la antorcha no se veía ni un poco más cercana y la oscuridad era tal que solo podía verse las manos si las ponía directamente frente a sus ojos. Su cuerpo estaba fatigado, la humedad complicaba la respiración y el ambiente estaba invadido por un desagradable olor a metano, hacía calor lo que lo agotaba aún más y se desalentaba al no ver acercarse a él la antorcha ni ver señales del fin del túnel. Decidió recostarse a un costado del túnel para descansar, mientras estiraba las manos hacia el frente buscando una pared se tropezó con algo y cayó de bruces contra el suelo, ni siquiera trató de incorporarse.

El estomago le rugía feroz, imploraba por alimento pero no habían señales de la existencia de cucarachas o ratas en aquel pasaje. Tenía hambre, sed y sueño y su única esperanza era esa lejana antorcha que por lo menos le serviría para buscar algún animal. No le quedaban fuerzas y simplemente se durmió.

Al despertar se vio envuelto x una bruma espesa y fría y el galopeo había regresado, incluso más fuerte, era ensordecedor el estruendo, parecía que mil caballos furiosos trotaran a su alrededor, a pocos metros de el, pero la oscuridad era infinita, solo sentía a la neblina arremolinarse a su alrededor, preso del pánico intentó levantarse pero no tenía fuerzas para hacerlo, sentía su cuerpo diez veces más pesado que antes de dormirse, miro hacia todos lados y vio que la antorcha ya no estaba, se sintió desolado, desconsolado y de repente un golpe seco le golpeo el estomago, y luego otro más en la espalda, cientos de cascos golpeaban su dejado cuerpo hasta que un último golpe se dirigió hacia su cabeza que como una pelota reboto contra el suelo, desprendiendo consigo trozos de huesos, sangre y sesos.

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